miércoles, 19 de abril de 2017

Dicen...

Dicen las estrellas que los fugaces somos nosotros, las personas, los que se rinden, los cobardes del universo.

Mi madre siempre me contaba la misma historia, la triste, los protagonistas nunca llegaron a tocarse pero se amaron tanto como las personas se lo permitían:

"La vida y la muerte han estado enamoradas por más tiempo del que las palabras pueden describir. La vida le enviaba regalos a la muerte y ésta los guardaba para siempre."

Siempre he pensado lo mismo desde que te conocí, que dejarías tanto en mí y ahora que palpo la realidad con los sentidos, se de sobra que tengo demasiado por borrar. 

Vomitar el corazón pero no escupirlo, no conozco a nadie que escriba y no esté triste. Tampoco a nadie que pueda salvar el mundo y lo sepa o al menos, salvarse a sí mismo.

Te lo podría jurar, que desde que te fuiste siento el humo muy dentro y el café sabe un poco más amargo. 

Me he apuntado a esos grupos de autoayuda con folletos de "No pongáis solución permanente a un problema temporal".

Pero tú has sido mi espejo y desde siempre me has dicho que si tenía miedo a la muerte, debía morir ahora, después de haber muerto una vez, no volvería a morir. 

No entendí esa frase hasta que supe de verdad lo mucho que te echaba de menos y que deseaba verte cuanto antes.

Las notas de suicidio tienen una particularidad única, mientras que las conversaciones del día a día se dejan pasar sin que nadie les preste atención, como si fueran simplemente ruido.

Con las notas de suicidio, pasa lo contrario.

Unas pocas palabras escritas justo antes de morir envían mensajes más sinceros y directos que los que se podrían conseguir gritando durante años.

Todo el mundo en algún momento de su vida ha escrito mentalmente una nota de suicidio en la fantasía de saber cómo reaccionarían los amigos, la familia o la pareja a nuestra muerte. 

Es casi una condición humana despedirse y querer dejar por pequeña que sea una huella y por supuesto pretender que te recuerden por que de este modo morir parece menor.

Una hoja, una sola hoja con un hasta pronto y un te quiero no fue suficiente para mí, tú lectora ya no tiene miedo.

En un rato te veo mi amor, dame dos minutos.